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Poemas by Juana Inés de la Cruz

Apreciación Literaria


«en ecos de mi pluma 
mis gemidos;
y ya que a ti no llega 
mi voz ruda,
óyeme sordo, 
pues me quejo muda.» 
II. Que expresa 
sentimiento de ausente

«Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis. // Si con ansia sin igual / solicitáis su desdén. // Combatís su resistencia. (…) Siempre tan necios andáis / que con desigual nivel. // ¿Pues para qué os espantáis / de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis / o hacedlas cual las buscáis. // Dejad de solicitar / y después con más razón / acusaréis la afición. // Bien con muchas armas fundo / que lidia vuestra arrogancia, / pues en promesa e instancia / juntáis diablo, carne y mundo.»

III. Arguye de inconsecuencia el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que acusan

Un inicio: «Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión». Esta lectura se descompone en nueve partes: I. Sonetos, II. Redondillas, III. Romances, IV. Endechas, V. Liras, VI. Glosas, VII. Décimas, VIII. Poemas sueltos, IX. Villancicos. Y aunque he preferido las epistolarias de Juana, este poemario ronda entre la palabra eclesiástica y hasta un cierto estigma.

Me guardo el siguiente subrayado: «De orden distributivo, repartiendo / a las cosas visibles sus colores / iba, y restituyendo / entera a los sentidos exteriores / su operación, quedando a luz más cierta / el mundo iluminado y yo despierta». Aún estoy despierta, desempolvando las historias de las escritoras, abrazándolas un poquito más: Su presencia está más latente que nunca.

Información adicional de Juana Inés:

Fotografía: Juana Inés de la Cruz

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651–1695). México.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Era hija de padre vasco y madre mexicana.

Empezó a escribir a los ocho de edad una loa al Santísimo Sacramento. Aprendió latín en veinte lecciones, que le dictó el bachiller Martín de Olivas y a los dieciséis años ingresó en el Convento de Santa Teresa la Antigua y posteriormente en el de San Jerónimo.

En plena madurez literaria, criticó un sermón del padre Vieyra. Ello provocó que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le pidiera que abandonase la literatura y se dedicase por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una epístola Sor Juana se defendió en una epístola autobiográfica, en la que enarboló los derechos de la mujer y en su Respuesta a sor Filotea. No obstante, obedeció y renunció a su enorme su biblioteca, sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Murió el 17 de abril de 1695.

Algunos destacados que han sucumbido a mis emociones y placer de lectorx:

«¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.» II. Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios y justifica su divertimiento a las Musas

«Diuturna enfermedad de la esperanza
que así entretienes mis cansados años
y en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibrio la balanza;

que siempre suspendida en la tardanza
de inclinarse, no dejan tus engaños
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o la confianza:

¿quién te ha quitado el nombre de homicida
pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida
y entre la infausta o la felice suerte

no lo haces tú por conservar la vida
sino por dar más dilatada muerte?» IV. Cadena por crueldad disimulada el alivio que la esperanza da

X
«Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén.

Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?

Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.

¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.» III. Arguye de inconsecuencia el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que acusan

«Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario.

Que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.

Todo el mundo es opiniones,
de pareceres tan varios,
que lo que el uno, que es negro,
el otro prueba que es blanco.

A uno sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado,
y lo que este por alivio
aquel tiene por trabajo.

El que está triste censura
al alegre de liviano
y el que está alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron;
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó esté
hasta ahora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
solo es digno el mundo vario,
y otro que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en que fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces,
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

¿O por qué, contra vos mismo
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve por ambos cabos:
de dar muerte, por la punta;
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro,
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles vanos;
que el saber consiste solo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios
solo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros
la atención sutilizando
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

¡Qué feliz es la ignorancia
del que indoctamente sabio
halla, de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuanto menos se conoce
es más nocivo el estrago.

Y si el vuelo no le abaten,
es sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quitan la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño
que ostente flores el mayo?

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

¿Qué loca ambición nos lleva,
de nosotros olvidados?

Si es que vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?

¡Oh, si como hay de saber
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que flojamente cauto
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso
tanto le usurpo a los años.» II. Acusa la hidropesía de mucha ciencia, que teme inútil, aun para saber, y nociva para vivir

«Prolija memoria,
permite, siquiera,
que por un instante
sosieguen mis penas.» VI. Que discurren fantasías tristes de un ausente


«en ecos de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.» II. Que expresa sentimiento de ausente

«Que no hay luz en esos ojos?
¿Que no hay voz en esa boca?»

«A los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el del reloj humano
vital volante que, si no con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.» Primero sueño


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