Apreciación Literaria
«No subestimemos su dolor,
que era verdadero.»
«Siente que es verdad, que el mundo de los poetas chilenos es un poco estúpido pero de todos modos más genuino, menos falso que la vida corriente de quienes aceptan las reglas y bajan la cabeza. Por supuesto que hay oportunismo y violencia, pero también verdadera pasión y heroísmo y fidelidad a los sueños. Piensa que los poetas chilenos son perros callejeros y que los perros callejeros son poetas chilenos y que ella misma es una poeta chilena metiendo el hocico en los basureros de una ciudad desconocida. Le gusta entenderse a sí misma como una poeta chilena, una poeta chilena que no es poeta ni es chilena, pero de algún modo su peregrinaje de periodista en busca de oportunidades, el sueño siempre frustrado de publicar en las grandes revistas, o al menos de escribir un reportaje notable y rotundo, la hermana con esos hombres y sobre todo con esas mujeres merodean por los callejones del mito y el deseo. (…) Es cierto que no quiso hacer cualquier cosa; que siempre buscó, que sigue buscando algo, y aunque no sabe bien qué es, sabe que no se relaciona cabalmente con el éxito o el reconocimiento; igual ella es, desde alguna perspectiva, una figura medio heroica.»
Alejandro Zambra, Poeta chileno
Publicado en «Narrativas hispánicas» por @anagramaeditor, de la pluma de @alejandrozambra1975. No voy a mentir. Antes no leí «Poeta chileno», porque de cierta manera, era y es un libro demasiado popular. Ahora, tampoco voy a embaucar. Amé terriblemente la exquisitez en cómo Zambra te va hechizando en una novela de poco menos de 500 páginas que se sienten como poco más de 100. El lenguaje y cultura chilenas, la melancolía del narrador, la voz propia y abismal del mismo, la simpatía chilena presente todo el rato. Es genuino. Cabalmente genuino, como Vicente o Gonzalo y sus poesías, como todos los poetas chilenos que le encuentran tiempo al tiempo y anidan algo que solamente ellos pueden dilucidar: un círculo fiel a su pasión y un territorio largo y estrecho que los ilumina y regalonea. Bueno, a veces no tanto.
Zambra es un narrador novelista que cautiva con una historia que podría ser común y a la vez no. Historias de poetas chilenos, chilenos con vidas terrenales y buen sentido del humor. Padres que terminan siendo padres porque trabajan en ello y los que no, las familiastras. «Poeta chileno» consta de cuatro capítulos: 01. Obra temprana, 02. Familiastra, 03. Poetry in motion y 04. Parque del recuerdo. Persiste ese sabor a angustia chilena, los corazones sin moldes. Una periodista con un giro de viaje y un bar lleno de poetas chilenos: un reportaje literario—periodístico repleto de ironías, amores y suspicacias.
Información adicional de la lectura:
Durante buena parte de esta novela Gonzalo es un poetastro que quiere ser poeta y un padrastro que se comporta como si fuera el padre biológico de Vicente, un niño adicto a la comida para gatos que años más tarde se niega a estudiar en la universidad porque su sueño principal es convertirse —también en poeta—, a pesar de los consejos de Carla, su orgullosamente solitaria madre, y de León, un padre mediocre dedicado a coleccionar autitos de juguete.
El poderoso mito de la poesía chilena —un personaje secundario dice, aludiendo a los veredictos de la Academia Sueca, que los chilenos son bicampeones mundiales de poesía— es revisitado y cuestionado por Pru, una periodista gringa que se convierte en testigo accidental de ese esquivo e intenso mundo de héroes e impostores literarios.
«La verdadera seriedad es cómica», decía Nicanor Parra, y esta novela sobre poetas que desprecian las novelas lo demuestra brillantemente.
El laberinto masculino actual, los trágicos vaivenes del amor, las familias —o familiastras— fugaces, la omnipresente desconfianza en instituciones y autoridades, el deseo valiente y obcecado de pertenecer a una comunidad en parte imaginaria, el sentido de escribir y de leer un mundo hostil que parece desmoronarse a toda velocidad… Son muchos los temas que este libro hermoso, contundente y desenfadado pone encima de la mesa.
Algunos destacados que han sucumbido a mis emociones y placer de lectora:
«Por momentos olvidaba la tristeza; al menos por unos minutos primaba el ejercicio intelectual de arreglar un verso cojo o de atinarle a una rima. Pero a la alegría de una imagen a su juicio lograda le sucedía de inmediato la amargura del presente.»
«No subestimemos su dolor, que era verdadero.»
«A veces el dolor y el placer se confunden.»
«Siempre imaginaba lo peor, era más o menos expertx en conjeturar escenarios horribles, en parte porque sentía que al anticiparse al dolor conseguía evitarlo.»
«Nunca tiembla cuando pensamos que va a temblar y cuando manejamos pensando en accidentes horribles no pasa nada. Y cuando alguien tarda lo suficiente como para que alcancemos a pensar que nunca va a regresar, sucede que de repente llega y luego es casi imposible contarle que por unos segundos, en medio de un cigarro, creímos que no volvería; suena exagerado, es exagerado.»
«Hay que usar las palabras, aunque no nos gusten. Y si las usamos lo suficiente, capaz que signifiquen algo distinto, capaz que logremos cambiar su significado.»
«Dicen que eso es la felicidad: Nunca sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser alguien más.»
«El tiempo nos acorrala. El tiempo nos engorda, nos dibuja arrugas, canas y muletas. No podemos detenerlo, retrocederlo, adelantarlo.»
«Tenía la certeza inapelable de haberlo perdido todo. Acabo de publicar un libro, pensó. Mientras fumaba y miraba el cielo vacío de nubes, pensó, sin alegría, que había publicado un libro y que era, finalmente, un poeta, un poeta chileno.»
«Es mejor escribir que no escribir. La poesía es subversiva porque te expone, te hace pedazos. Te atreves a desconfiar de ti mismx. Te atreves a desobedecer. // Esa es la idea, desobedecerles a todxs. Desobedecerte a ti mismx, eso es lo más importante. Es crucial.»
«Ya no se puede escribir poesía en este país de mierda. Pero yo sigo escribiendo, no puedo evitarlo. Es mi debilidad.»
«Siente que es verdad, que el mundo de los poetas chilenos es un poco estúpido pero de todos modos más genuino, menos falso que la vida corriente de quienes aceptan las reglas y bajan la cabeza. Por supuesto que hay oportunismo y violencia, pero también verdadera pasión y heroísmo y fidelidad a los sueños. Piensa que los poetas chilenos son perros callejeros y que los perros callejeros son poetas chilenos y que ella misma es una poeta chilena metiendo el hocico en los basureros de una ciudad desconocida.
Le gusta entenderse a sí misma como una poeta chilena, una poeta chilena que no es poeta ni es chilena, pero de algún modo su peregrinaje de periodista en busca de oportunidades, el sueño siempre frustrado de publicar en las grandes revistas, o al menos de escribir un reportaje notable y rotundo, la hermana con esos hombres y sobre todo con esas mujeres merodean por los callejones del mito y el deseo. (…) Es cierto que no quiso hacer cualquier cosa; que siempre buscó, que sigue buscando algo, y aunque no sabe bien qué es, sabe que no se relaciona cabalmente con el éxito o el reconocimiento; igual ella es, desde alguna perspectiva, una figura medio heroica.»
«(…) No voy a saberlo, no vamos a saberlo nunca, porque esto termina aquí, porque esto termina bien, como terminarían tantos libros que amamos si les arrancáramos las páginas finales. El mundo se cae a pedazos y casi siempre todo se va a la mierda y casi siempre dañamos a las personas que queremos o ellas nos dañan a nosotros irremediablemente y no parece haber motivos para albergar ninguna clase de esperanza, pero al menos era historia termina bien, termina aquí, con la escena de estos dos poetas chilenos que se miran a los ojos y que lanzan risotadas y que por ningún motivo quieren irse de ese bar, así que piden otra ronda de cerveza.»
LA DONNA BOHÉMIEN 